La masculinización de la sexualidad

La sexualidad, ese terrible secreto que hasta hace poco se ocultaba tras un fundido a negro en las series y películas, por fin está saliendo a la luz. Sí, estamos avanzando: ya no solo se representa la penetración, si es que se representa algo. Las mujeres con una sexualidad poderosa, desenfrenada, no son parodiadas ni castigadas; al menos no de manera evidente. Pero… ay amigas, siempre hay un pero. Y el que viene es muy grande.

La sexualidad en la cultura de los 90 y los 00

Hasta los años 00, más o menos, existía una clara división entre la cultura masculina y la femenina en cuanto a cómo se representaban las relaciones románticas y sexuales. A día de hoy, en realidad, esa división sigue ahí, aunque se ha atenuado gracias al feminismo y al movimiento LGBT.

Por un lado, a las mujeres se nos mostraba a través de las comedias románticas y los dramones, que el sexo y el amor están unidos siempre. No podíamos acostarnos con alguien simplemente porque nos pareciera atractivo y tuviéramos un itch to scratch, como se dice en inglés. No, no, teníamos que estar enamoradas. No solo eso, sino que el amor debía ser el centro de nuestra vida: por eso la ficción dirigida a nosotras tiene ese tema como trama principal prácticamente siempre incluso a día de hoy.

Portada de 10 razones para odiarte
10 razones para odiarte es posiblemente una de las comedias románticas más icónicas de la década de los 90.

Por otro lado, a ellos se les mandaba un mensaje muy distinto. Para ellos, el amor y el sexo podían ir por separado. No son pocos los personajes masculinos que están casados con una mujer a la que “respetan” pero que no les excita, y que tienen amantes o intereses sexuales fuera del matrimonio; mujeres a las que desean y muchas veces no respetan. El sexo, y ya no digamos el amor, son tramas secundarias en la cultura dirigida a hombres, en la que ellos derrocan al narco, consiguen el tesoro o conquistan un nuevo territorio. Están ahí para aderezar al personaje protagonista, pero las mujeres que representan el rol de “objeto deseado” son más bien eso, objetos. Aunque esa cultura centra la narrativa de los hombres, también la consumimos las mujeres porque tenemos bien integrada la idea de que lo nuestro es nicho y lo suyo es universal. De manera que los mensajes acerca de nuestra relevancia en la vida de los hombres y nuestro rol en el sexo nos quedan clarísimos.

La sexualidad en la cultura de los 2010 hasta hoy

Por supuesto, este estado de las cosas no era bienvenido entre las feministas. A lo largo de las últimas décadas el movimiento ha ido cogiendo fuerza, nutriéndose de sangre nueva. Y el tema en el que se ha centrado esta ola es la sexualidad.

Los puntos a batallar son, por desgracia, infinitos: desde el derecho al aborto ahora mismo en tela de juicio, hasta la responsabilidad afectiva y el movimiento #MeToo, las mujeres estamos luchando por una sexualidad más libre. Y uno de los frentes era cómo se nos representaba a nosotras y a nuestro deseo en la cultura.

Los mensajes tóxicos sobre la libido femenina son numerosos y causan muchísimo malestar entre las mujeres que los han absorbido (en general, todas). Por eso las feministas nos pusimos manos a la obra para igualar el terreno y defender que hombres y mujeres no eran tan distintos en cuanto a su sexualidad. La manera en que se representaban las relaciones sexuales y amorosas en la televisión comenzó a virar hacia un punto en el que las mujeres podíamos separar amor y sexo, podíamos tener varias relaciones sexuales, e incluso buscarlas en lugar de que fueran siempre los hombres los que presionaran para tener sexo.

Portada de Isn't it romantic de Rebel Wilson
Isn’t it romantic hace una parodia de las comedias románticas, señalando lo ridículo de algunos tópicos y la presión estética que estas imponen sobre su público objetivo, las mujeres

Sin embargo, como suele suceder al intentar homogeneizar la experiencia masculina y femenina, en lugar de encontrar un punto intermedio donde ambos sexos puedan disfrutar, se ha tendido a la masculinización de la sexualidad.

Es decir, en lugar de alcanzar un punto donde las mujeres pudiéramos separar el amor del sexo y los hombres aprendiesen a respetarnos y conectar con la otra persona en lugar de deshumanizarla, hemos acabado por idealizar el modelo de sexualidad masculino.

El consumo de cuerpos, la desvinculación emocional, usar a la otra persona como un juguete sexual, la sexualidad serial… todo eso se ha puesto de moda. Ahora parece que estamos saliendo de esa tendencia, pero solo algunas. Otras muchas personas siguen enganchadas a ese deseo robótico que no sacia y que hace daño a quien está al otro lado pensando que son las personas más liberadas del planeta.

La masculinización de la sexualidad

¿Cómo llegamos a ese punto? ¿Por qué optamos por caminar por la vía de la desvinculación y el individualismo? Obviamente, existen multitud de razones, pero hoy voy a enumerar unas que se centran en la perspectiva de las mujeres, socializadas en un mundo patriarcal.

Porque lo masculino siempre tiende a verse con mejores ojos

Ay el patriarcado, ese sistema de valores que infecta cada aspecto de nuestras vidas. Sobre todo el de la sexualidad. Durante décadas se nos ha vendido que el modelo de sexualidad masculino, ese basado en la dominación, el egoísmo y la deshumanización. Por otro lado, a nosotras se nos decía que éramos unas inocentes, un poco necias, demasiado infantiles, por asociar el amor tan intensamente con el sexo (algo que, de hecho, nos habían hecho asociar ellos).

Este es un juego super retorcido. El patriarcado surgió, al menos en parte, para controlar la sexualidad femenina y que estas solo mantuvieran relaciones sexuales con un hombre y así estos pudieran estar seguros de que los hijos que la mujer tenía eran suyos. Nuestra sexualidad era libre y fueron ellos los que se empeñaron en coartarla. Ellos los que necesitaban que nosotras asociáramos amor y sexo para así mantenernos fieles al padre de nuestros hijos. Ellos, mientras tanto, no necesitaban coartarse de esta manera porque lo único importante es que una mujer —la respetable— llevara a sus hijos en la panza. Lo que pasara con el resto de mujeres con las que se acostara y su descendencia daba igual porque ellos podrían marcharse y decir “eso no es mío”.

Desde su mismo inicio este modelo de sexualidad es opresivo para las mujeres, pero más concretamente, es deshumanizante y dañino. No hay manera de redecorarlo para hacerlo aceptable.

Las mujeres debemos liberarnos de esa idea que restringe nuestra sexualidad: que el amor y el sexo van de la mano.

Pero no deberíamos acomodar la perspectiva masculina que está desde su inicio basada en la explotación del cuerpo de otras, ya sea para tener descendencia o solo para desfogarse. Las personas con las que nos acostamos son eso, personas, y como tal merecen consideración. No son un juguete, ni ganado para la reproducción.

Sin embargo, como se nos educa para pensar siempre que lo masculino es lo mejor (androcentrismo), automáticamente hemos creído que deshumanizar es la mejor opción: la más divertida, la más libre. No se nos dijo que para que esa estrategia funcione y salgamos reconfortadas de los encuentros, la otra persona tiene que dar más que nosotras.

Para que un sistema opresivo funcione, tiene que haber alguien a quien oprimir, alguien que ponga los cuidados.

Porque cuesta menos esfuerzo deshumanizar que cuidar

Que vivimos en una sociedad capitalista desde hace mucho tiempo es un hecho. Que esa sociedad ha ido poco a poco derivando en algo más y más retorcido es una evidencia. Y esta deriva hacia la miseria solo es posible a base enfatizar las libertades individuales frente a las libertades colectivas (en lugar de encontrar un equilibrio entre ambas).

El individualismo, aunque puede tener un trasfondo positivo, hace que miremos nuestro propio ombligo más que nada. Que nos sintamos especiales pero en sentido negativo: que pongamos lo que nosotros queremos tan por delante de lo que es beneficioso para la mayoría que acabemos por causar verdadero daño a la sociedad.

Este individualismo ha ido calando cada vez más. Ha calado de hecho tanto que ha llegado hasta las relaciones personales. Para los hombres posiblemente siempre fue así, pero no para las mujeres. Para el individualismo es necesaria la deshumanización, y estos encontronazos sexuales masculinos son justo eso: nos cuadran porque están perfectamente alineados con la ideología social imperante.

Es mucho más fácil, pues, deshumanizar que cuidar. Cuidar supone esfuerzo y energía, deshumanizar requiere justo lo contrario. Cuidar supone que la gente te considere sentimental, romanticona, sensiblona y otros adjetivos similares que pretenden ridiculizar una de las cosas más importantes y revolucionarias para el ser humano y para la sociedad: la empatía.

Porque nosotras queremos cambiar pero ellos no

Alexandra Kollontai decía que da lo mismo cuánto cambien las mujeres si los hombres no cambian también. Y por mucho que me moleste admitirlo, tiene razón. Aunque nosotras aprendamos a valorar aquello denostado durante tanto tiempo, los cuidados, si ellos no aprenden con nosotras, el desbalance actual no se va a equilibrar.

El sistema actual es dañino para nosotras, pero a ellos les beneficia. Con lo cual, presentan una resistencia notable a cambiar y aceptar que es importante cuidar a todas las personas con las que mantenemos una relación sentimental, no solo sus amigos.

Por lo tanto, es comprensible que, para protegernos, optemos por cambiar hacia el modelo masculino de relacionarse. Sin embargo, aunque de primeras parezca una manera más liberadora de mantener relaciones sexuales, a la larga tiene consecuencias negativas: inseguridad, estrés, vacío.

Burnout de cuidados femeninos

Relacionado con el punto anterior, es posible que nuestra tendencia a relacionarnos sexualmente como hacen los hombres sea porque hemos observado a nuestras madres y abuelas. Hemos visto sus ojeras, su estrés, su desánimo, por verse en una relación desigual en las que ellas cuidaban sin que nadie las cuidara a ellas. Como es natural, acaban sufriendo de burnout de cuidados pero nadie les explica lo que les pasa y no pueden tomarse unas vacaciones de sus responsabilidades como madres. Seguramente tampoco sientan que pueden tomarse unas vacaciones de su labor como cuidadora de su pareja.

Si este es nuestro ejemplo, entiendo que queramos huir del modelo establecido de relaciones entre hombres y mujeres. Con los estándares de las mujeres jóvenes de hoy en día, es normal (y justo) que no queramos maternar a nuestras parejas. Pero la presión por tener pareja, ahora convertida más generalmente en la presión por tener vida sexual, hace que aun así busquemos relaciones sexuales y románticas. Eso hace que al relacionarnos, siendo nuestra sociedad tan dicotómica, optemos por el otro extremo que está aceptado y normalizado: el de los hombres.

No comprendemos que se puede respetar y cuidar sin darlo todo.

Y tú, ¿qué opinas? ¿Crees que estamos moviéndonos hacia una sexualidad más artificial y deshumanizada? ¿Por qué crees que puede ser? ¿Cómo podemos solucionarlo?

¿Quieres deconstruir tu sexualidad masculinizada?

No hay mejor método que la escritura. Así fue como yo logré pasar de priorizar el placer masculino a entenderme mejor y reorientar mi sexualidad a mi placer. Por eso he diseñado este cuaderno de escritura erótica, para que puedas tú también dar los pasos necesarios para disfrutar plenamente de tu deseo.

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