Todo el mundo debería adorar el romance

Controvertido, ya lo sé. Como pasa con todo aquello que le gusta mayoritariamente a las mujeres, si dices que lo adoras, te van a mirar mal. Unos por considerarlo menor, otras por verlo puramente patriarcal. Pero es que a mí me gusta mucho el gris en las opiniones (no en la ropa). Y considero que las películas, libros y series románticas pueden sanar las heridas de muchas mujeres si están bien hechas, por eso vengo a romper una lanza a favor del romance.

Creo que, si no fuese por la humanidad, yo sería una persona muy optimista. Creo en el amoryes, I know– y en su poder curativo, venga de tu familia, tu pareja o tus amigas. Si no, ¿cómo explicamos que algunos de los traumas más severos sean aquellos derivados de la falta de cuidados y cariños de la familia? Somos una especie social, necesitamos pertenecer y ser queridos y cuidados. El amor es la espina dorsal de la salud: sin él, venga en la forma que venga, nos sumimos en la depresión, en la ansiedad.

El amor no todo lo cura, pero sin él jamás vamos a estar sanas.

El amor, diría yo, es mucho más importante que la guerra. Más importante que el trabajo, sin duda. Más importante que la academia y el conocimiento duro y reseco, aunque no niego que este sea muy importante también. El amor es lo más importante porque sin él no podemos funcionar bien a nivel individual ni a nivel social. Sin amor por el prójimo nos dirigimos a una sociedad individualista, llena de personas miserables, de empresas que son dueñas de todos los pisos mientras la gente se muere de frío en la calle, y de Valium. El amor, entendido no como la esclavitud patriarcal del amor romántico, sino como lo define bell hooks en Todo sobre el amor: el deseo de cuidar y nutrir física-, emocional- y espiritualmente a la persona amada.

Una captura de Antes del amanecer (1995), la primera parte de una trilogía que sigue el romance entre Celine y Jesse y que trasciende la simpleza del amor romántico.

Por tanto, el amor debería ser uno de los temas más importantes del arte. Y en ciertos sentidos lo es: hay grandes clásicos de la literatura y el cine que tratan las relaciones de amor y amistad, y las novelas románticas mueven muchísimo dinero: pensemos en Bridgerton, sin ir más lejos. Sin embargo, a lo romántico lo envuelve un aura de suficiencia y superioridad, ya sea porque se considera «algo de mujeres» o porque se considera «algo patriarcal». La consecuencia es que, para muchas, admitir que te gusta la comedia romántica o los grandes amoríos es vergonzoso. Y, primordialmente, eso no es más que misoginia.

Sí, las historias románticas han estado -como todo- imbuidas de machismo. Nos han enseñado a querer muy mal, porque a su vez así es como las mujeres queríamos en la realidad también. Pero las historias bélicas son el súmmum del machismo: violencia para imponer las propias ideas, una ausencia notabilísima de mujeres, acabar con la vida en lugar de crear nueva o cuidar la existente. Sin embargo, si dices que te gustan las películas sobre la guerra, no se te desestima como alguien un poco tonto con un gusto menor. No se te dice: oye, igual no lo sabías, pero son súper machistas, ten cuidado con lo que ves. A la interlocutora le pueden gustar más o menos las películas de guerra (y las académicas, y las de abogados), pero lo achacará frecuentemente a eso, gustos. No es una cuestión moral.

El paralelismo queda claro cuando pensamos en lo que está sucediendo ahora con el true crime. De repente, todo el mundo sabe que las mayores consumidoras de este género son mujeres. Lo han sido siempre, pero ahora lo sabemos. E inmediatamente han empezado las preguntas, seguidas de sus juicios morales: ¿por qué quieren ver eso? ¿No es perturbador? No sé si se deberían hacer documentales o producciones así, es demasiado morboso. ¿Cuánto tiempo lleva existiendo el true crime? ¿Por qué surgen cada vez más voces diciendo eso justo ahora?

Captura de Grease, posiblemente una de las películas románticas más taquilleras y con un romance más tóxico que se han producido jamás.

Sí, los romances han sido históricamente muy machistas. Debemos señalarlo y cuestionarlo, pero no desde la desestimación de ese género, no caigamos en la trampa de no tomarnos en serio aquello que tiene que ver con las mujeres; sino desde el deseo de que mejore para que sea un lugar de reconocimiento sano para nosotras.

A lo largo de la historia del arte, las mujeres hemos tenido un papel muy secundario. Se nos dejaba formar parte de poco, y los papeles que jugábamos eran… tristes, como poco. Sin embargo, en el romance hemos sido las estrellas. ¿Limitante? Sí. Conquistemos otros espacios. Pero no infravaloremos este. Porque en el romance han tenido cabida los problemas de las mujeres que no se contaban en ningún otro sitio. Han roto muchos tabúes (Sexo en Nueva York), han dejado a las mujeres tener papeles protagonistas.

No solo eso: aunque muchas películas sobre el amor glorifican el amor romántico, algunos de los grandes clásicos muestran otros tipos de amor. Ensalzan la amistad y la independencia femenina (Una rubia muy legal, Cuatro bodas y un funeral, Cuando Harry conoció a Sally, Mamma Mia), el amor bonito (Notting Hill) y a las mujeres que están perdidas, como lo hemos estado todas alguna vez (Bridget Jones).

Se nos ha hecho creer que el romance es el único espacio para las mujeres, y además exclusivo de ellas. Como todo lo femenino se nos enseña a rechazarlo, a pensarlo bajo. Muchas, comprensiblemente, huyen de él.

Pero el romance no es un espacio para mujeres: es el espacio que todo el mundo debería habitar.

En lugar de rechazarlo, pensemos en cómo queremos hacerlo para que refleje un mundo donde romántico sea sinónimo de amor, y no de control.


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