Por qué escribo erótica feminista

Como todo en este mundo, la erótica ha sido durante mucho tiempo dominio de los hombres. Pensad en los clásicos: Trópico de cáncer, La Venus de las pieles, Justine o los infortunios de la virtud, El amante de Lady Chaterley

Por otro lado, es cierto que, quizá por ser considerado un género menor o «femenino», ha habido también muchas autoras que han destacado en la novela erótica, como Anaïs Nin (Delta de Venus), Pauline Réage (La historia de O), Margerite Duras (El amante) o Almudena Grandes (Las edades de Lulú).

A pesar de la distribución de autoras y autores, la literatura erótica ha sido un género profundamente patriarcal, puesto que como en todo han sido ellos los que han definido qué constituye lo normativo, lo tabú, lo excitante, lo depravado, lo aceptable, lo excesivo, lo bueno y lo malo… tanto a nivel de calidad literaria, de prácticas sexuales y de género: la dicotomía santa vs. puta es una creación masculina.

Mi iniciación en la literatura erótica

Me inicié en la literatura erótica joven, cuando aún no se hablaba de ella ni se había normalizado en absoluto. Seguíamos en esos tiempos en los que las jóvenes «no se masturbaban», la sexualidad era solo para chicos. Ahora, en la intimidad de los círculos de amigas nos contábamos con quién nos gustaría hacer tal o cual cosa, y hasta dónde habíamos llegado con tal o cual persona. Las reglas de la feminidad en cuanto a la sexualidad son sin duda confusas: podíamos ser explícitas con nuestras amigas sobre lo que hacíamos con los hombres, pero no podíamos pasar cierta línea invisible, y definitivamente no podíamos hablar de masturbación, de ver contenido erótico, y la pornografía era una travesura más que material para excitarse.

Portada original de En los zapatos de Valeria. Tras la serie sacaron nuevas portadas.
Portada original de En los zapatos de Valeria. Tras la serie sacaron nuevas portadas.

Me inicié, de hecho, con En los zapatos de Valeria y quedé asombrada. Una mujer que escribía sobre sexo, eso sobre lo que tanta curiosidad tenía yo, y en aquella época. Yo no sabía que Elisabet Benavent se había autopublicado, ni el camino de superación en el que se embarcaría, siendo una de las autoras más conocidas en la actualidad. Su trayectoria es una inspiración para muchas. Lo que sí sabía es que hablaba de un grupo de amigas íntimo, sobre los problemas de las mujeres con su cuerpo y el dolor de una mujer que no encontraba su lugar en el mundo.

A pesar de la distribución de autoras y autores, la literatura erótica ha sido un género profundamente patriarcal.

Emocionada, empecé a buscar más erótica. Quedé escaldada. Frente al buen rollo y el final feliz de En los zapatos de Valeria, me encontré con lo sórdido de La Venus de las pieles y Las edades de Lulú. Percibí mucho de lo que se escribía en esas páginas como violencia, a pesar de no saber mucho de feminismo en aquel entonces. Aparté la erótica de mi vida espantada hasta mucho más tarde cuando leí La canción de Nora de Erika Lust.

Si bien no me sentí tan cómoda como al leer En los zapatos de Valeria, me dio algo de esperanza para retomar la ficción erótica, cosa que quería con mucha fuerza porque entender el sexo era algo que me tiraba desde hacía muchos años.

La erótica (feminista) que no me representa

Como digo, retomé la erótica, y con algo más de seguridad en mí misma y sabiendo que había libros que, al menos, no me traumatizarían, seguí en mi intensa búsqueda. Me crucé con El clan del oso cavernario de Jean M. Auel, cuya saga Los hijos de la Tierra tiene escenas muy, pero que muy explícitas y eróticas. Creo que son de lo mejor que leí en esa época en cuanto a placer femenino se refiere, ¡y me lo recomendó mi abuela!

Aun se me encoje el corazón al ver la portada de este libro. ¡Me encantó en todos los sentidos!
Aun se me encoje el corazón al ver la portada de este libro. ¡Me encantó en todos los sentidos!

También leí El amante de Lady Chaterley, empecé Delta de Venus (no llegué ni a las 20 páginas), terminé Cincuenta sombras de Grey (cómo, no lo sé ni yo)… No era consciente en aquel momento, pero estaba buscando. Buscando algo que realmente representase mi deseo. Y sí, cada mujer es un mundo, pero si a tantas les gustó Cincuenta sombras, tenía que haber un hilo común para mi deseo también, algo que lo uniese con el deseo de muchas otras mujeres. Pero, buscase por donde buscase, no lo encontraba.

El colmo de mi frustración fue cuando leí libros que, presuntamente, eran erotismo «para mujeres» algo más «modernas» que las fans de Cincuenta sombras de Grey. Leí los últimos libros de Elisabet Benavent, y no me gustaron nada los hombres que se me presentaban como deseables. Escuché audiorelatos de plataformas que se decían feministas y una vez más salí espantada.

«Si no lo encuentras, hazlo tú misma» versión erótica feminista

El dicho es bien claro: si no lo encuentras, hazlo tú misma. Tras mi experiencia deduje que había dos opciones que encontraría en la erótica existente:

  1. Erótica profundamente machista, ya fuesen los clásicos u obras más modernas, donde la mujer está por debajo del hombre de todas las maneras imaginables.
  2. Erótica donde el machismo es más sutil, sobre todo representado en la personalidad de los hombres que son intereses sexuales/románticos de las protagonistas. Hombres egocéntricos, o bebés gigantes, etc. Mujeres que pierden la cabeza por un hombre, y que harían cualquier cosa por ellos. Las mismas dinámicas pero con menos órdenes explícitas.
Portada de Cincuenta sombras de Grey, E. L. James
Portada de Cincuenta sombras de Grey, E. L. James

Estos dos modelos de sexualidad no me parecen positivos para las mujeres, así que me decidí a crear mis propios relatos, al principio solo para mí. Me ayudaron muchísimo a comprender mi deseo y a deconstruir las partes que me hacían mal. Se los enseñé a algunos amigos y ante sus halagos me decidí a sacarlos a la luz. Mi teoría inicial era que debía haber más mujeres como yo, que no se veían representadas por la erótica tradicional ni moderna, así que por qué no ofrecerles lo que yo pudiese dar.

Desde entonces, el feedback que he recibido me ha confirmado que hay otras mujeres que sufren por falta de referentes eróticos sanos. Que mi aportación importa porque les da una ficción en la que se sienten más cómodas, en las que se pueden dejar llevar completamente, sin miedo a los mensajes patriarcales que se cuelan en otros textos. Mis libros incluso han sido recomendados por maravillosas sexólogas con perspectiva feminista.

Este trayecto también me ha dado a conocer a otras mujeres que pretenden hacer lo mismo que yo: crear un nuevo panorama erótico para las mujeres, sean de la orientación sexual que sean (aunque destacan las autoras de libros lésbicos). Espero toparme con muchas otras, para que en un futuro próximo los libros que proponen una sexualidad sana para las mujeres sean superen en número y popularidad a los que perpetúan el patriarcado más enraizado.

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